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2022-08-08 10:38:23 By : Mr. Wells Wen

Svalbard, un archipiélago noruego situado en el océano Ártico, se encuentra en uno de los llamados ‘puntos calientes’. Las temperaturas están aumentando peligrosamente, alterando la tierra, el mar y el aire.

"En Svalbard, estamos a unos 1 300 kilómetros del Polo Norte, pero no parece que haga tanto frío. De hecho, Longyearbyen, el lugar junto al que me encuentro, es la ciudad que más rápido se calienta en la Tierra. Las temperaturas, aquí, han subido cuatro grados centígrados en los últimos 50 años", explica el periodista de Euronews, Denis Loctier.

Con menos de 2 500 residentes permanentes, Longyearbyen es un popular destino turístico, y un importante centro de investigación del Ártico. Fundada como ciudad minera a principios del siglo XX, sigue contando con una mina y una central eléctrica de carbón, la última de Noruega.

Ese período de la historia de Svalbard está a punto de terminar. Ante el cambio climático que pone en peligro su fauna, y a las comunidades locales, Longyearbyen se está preparando para pasar página, totalmente, y adoptar las energías renovables, en los próximos años.

Pero, el clima, cada vez más extremo, está pasando factura. Las autoridades tuvieron que construir barreras contra la nieve, y declarar inseguras el 10 % de sus casas, después de que un hombre y una niña de 2 años perdieran la vida en una repentina avalancha, hace unos años.

Quienes viven en el Ártico ven cómo el suelo se desplaza, literalmente, bajo sus pies. Kim Holmén, profesor de clima y medioambiente, lleva 35 años trabajando en Svalbard. A las afueras de Longyearbyen, nos muestra grandes franjas de suelo dañado por el deshielo del permafrost. Este proceso pone en peligro carreteras y edificios en todo el Ártico, y libera metano, un potente gas de efecto invernadero.

"Podemos acercarnos y echar un vistazo. Aquí se ve que se está derritiendo el hielo y está cayendo la tierra... Ya no se puede caminar sobre esta hierba, los renos no pueden pastar en ella. Así que, es un ejemplo muy evidente de cómo está cambiando el mundo, a causa del calentamiento", declara Kim Holmén, asesor principal del Instituto Polar Noruego, y profesor de clima y medioambiente de la Universidad Ártica de Noruega, (UiT).

El aumento de las temperaturas y el creciente deshielo afectan a la fauna y a su hábitat. La mayoría de las especies endémicas no puede adaptarse con la suficiente rapidez, ni migrar a regiones más frías.

"Estamos al final. No hay tierra al norte, a la que podamos desplazarnos. Existe una especie icónica como es el oso polar, pero hay muchas, muchas otras especies, que también están luchando, a causa de estos cambios", añade Kim Holmén.

No solamente la tierra se ve afectada. El aumento de la temperatura del agua y la reducción del hielo marino están influyendo en toda la red alimentaria del océano Ártico. Investigadores del Centro Universitario de Svalbard trabajan en un proyecto financiado por la Unión Europea que toma, regularmente, muestras de agua en varios fiordos del Ártico.

Los microbiólogos están desconcertados por las fluctuaciones del plancton a gran escala, que no se conocen bien, y que pueden tener efectos, en cascada, para todo el ecosistema marino y costero.

"Observo el fitoplancton y todos los organismos pequeños que no se pueden ver con los ojos. Desde que empieza la cadena alimenticia, pasan a los peces, a las focas, a los osos polares, y así, hacia arriba, todo el camino. Si la base misma sufre alteraciones, obviamente, las cosas de arriba también van a empezar a cambiar", afirma Cheshtaa Chitkara, investigadora en biología marina del Ártico, del Centro Universitario de Svalbard (UNIS).

La colaboración científica es un elemento clave de la política de la Unión Europea para el Ártico, cuyo objetivo es que la región sea más resistente al cambio climático, y a la degradación del medio ambiente, reduciendo la propia huella global de la UE, y apoyando la investigación internacional.

Un breve vuelo nos lleva a Ny-Ålesund, el asentamiento humano más septentrional de la Tierra. Famoso punto de partida de históricas expediciones polares, hoy día, Ny-Ålesund es una estación de investigación que funciona todo el año, y que representa a 18 instituciones científicas de varios países.

Isabelle Schulz es la jefa de la base de AWIPEV, el centro de investigación conjunto del Instituto Alemán Alfred Wegener de Investigación Polar y Marina (AWI), y el Instituto Polar Francés Paul-Émile Victor (IPEV). Su personal, compuesto por tres personas, realiza mediciones a largo plazo y ayuda a los investigadores visitantes, que pueden beneficiarse de los programas de financiación de la UE para trabajar en el Ártico.

"Todo lo que está ocurriendo aquí influirá, tarde o temprano, en el clima que tenemos delante de la puerta de casa. Los globos meteorológicos, por ejemplo, nos proporcionan datos sobre la atmósfera, y sobre todas las diferentes masas de viento que se desplazarán, potencialmente, a Europa", señala Isabelle Schulz, jefa de la base AWIPEV.

Además de mejorar los modelos meteorológicos, el estudio de la atmósfera del Ártico ayuda a los científicos a entender por qué la región polar se calienta casi tres veces más rápido que el resto del planeta. El Observatorio de la Atmósfera AWIPEV cuenta con toda una serie de sofisticados instrumentos, como los lídar, que detectan las diminutas partículas y gotas de aerosol en el aire.

"Cuando es de noche, y el lídar está funcionando, se aprecia un ‘pulso’ verde que se eleva en el cielo desde Ny-Ålesund. Así que, literalmente, es un punto culminante en el período de invierno... Realmente, es impresionante. Y, al mismo tiempo, se trata de una investigación importante", declara Fieke Rader, ingeniera del observatorio AWIPEV.

Algunas de estas mediciones pueden arrojar luz sobre ‘el mayor reto de la climatología’: entender el papel de las nubes en el calentamiento del clima. Ese es el ámbito de investigación de Susanne Crewell, profesora de meteorología de la Universidad de Colonia.

"Ny-Ålesund es un lugar muy especial en el Ártico. Es uno de los pocos sitios de medición donde contamos con energía, electricidad para hacer funcionar nuestros instrumentos, que tenemos en el techo, y donde, realmente, podemos hacer mediciones a largo plazo, del interior de las nubes", afirma Susanne Crewell, profesora de meteorología del Instituto de Geofísica y Meteorología de la Universidad de Colonia.

El aspecto prístino del denominado Alto Ártico es, en gran medida, una ilusión: los científicos encuentran multitud de toxinas llegadas aquí, desde todo el mundo, por medio de las corrientes de aire y mar. El equipo de Olivier Chastel, del CNRS francés, estudia cómo estos contaminantes industriales afectan a una colonia de aves marinas, que se encuentra a un corto viaje en barco, de distancia, de Ny-Ålesund.

Los científicos que salen del perímetro de la base deben llevar un rifle cargado, por si tienen que ahuyentar a un oso polar.

Tomando una serie de mediciones y muestras de sangre de la misma colonia de aves, año tras año, los investigadores rastrean los niveles de diversos compuestos.

Algunas de las sustancias químicas han disminuido, como el insecticida DDT, prohibido en todo el mundo en 2004. Pero hay nuevas preocupaciones.

"Asistimos al aumento de nuevos contaminantes emergentes, como los perfluorados que encontramos en las sartenes antiadherentes, algunas espumas antincendios, la ropa impermeable...", señala Olivier Chastel, director de Investigación del CNRS/Universidad de La Rochelle.

Las toxinas industriales pueden afectar al desarrollo y la reproducción de las aves marinas, y otro tipo de fauna del Ártico.

"También encontramos altos niveles de contaminantes en las orcas, en las focas, etcétera. Así que, toda la cadena alimentaria del Ártico se ve afectada por estos contaminantes", añade Olivier Chastel. 

El Ártico está cambiando ante nuestros ojos, quizás, presagiando el futuro inminente de otras partes de nuestro planeta de las que ni las personas, ni los animales, pueden escapar fácilmente.